
Son instintos. Conductas grabadas a fuego, que velan por
nuestra supervivencia como especie. Conductas que nos acercan a otros animales. Unos animales que a veces, por un egocentrismo de color narcisista, consideramos más ajenos y
lejanos de lo que son en realidad a nosotros. Pero es normal, hasta cierto punto,
pues si hoy escribo esto, es por lo sorprendido que me he quedado muchas veces
, de como la presencia de una hembra o macho sexualmente apetecible puede
influir en las mentes de no una sino muchas personas.
Personalmente, he vivido muchas situaciones, en las que aparece
un nuevo macho o hembra en un grupo que lo revoluciona casi todo, por no decir
TODO lo referido a comunicación dentro del grupo. Dentro de ese todo, cito las
miradas en el título, porque es algo que me llama la atención y me parece significativo,
desde el momento en que me dijeron que éramos animales visuales.
Ayer, como tantas otras veces, volvió a pasar, que en
presencia de una hembra de aspecto suave y delicado, con un tono de voz a la
par de cálido y mimoso, y una inteligencia algo por encima de lo mínimo para
sobrevivir. Las miradas empezaron a desviarse. Primero la mía, y más tarde -si
no fue un engaño de mis sentidos - las demás. Todas dirigidas hacia el mismo punto. Ese
seductor punto ocupado por una hembra de unos 25 años, que resultaba incluso
odiosa para mí, porque nublaba todo circuito neuronal con su campo
electromagnético y obligaba a pensar en ella a todos los presentes. En muchas
cosas sobre ella, bajo ella, junto a ella, ante ella, por detrás de ella, y en
definitiva... Para los que les gustan las cosas simples como a mí lo diré: las ganas
de follársela. Las ganas de follársela lo jodieron todo. Ya podía ser la
conversación más interesante la que tuviésemos entre voces, que las miradas
iban hacia ella... y si es cierto que somos animales visuales, eso puede
significar hasta un 70% de nuestra percepción, que en términos de atención no
sé cuánto es, pero en mi caso puedo asegurar que mucho.
A mí me pasó. Me pasó muchas veces, que incluso perdía el
hilo de las conversaciones interpretando ese tipo de interacciones visuales,
cambios de posturas, miradas etc etc. Y me sorprendió una vez más, como incluso
en medio de una conversación seria e interesante, de las que te absorbe, de
esas en las que nuestra racionalidad se lleva al límite en que parece saturarse,
intentando responder lo imposible, puede aparecer un instinto básico que te
demuestre con hechos, que todo eso no tiene nada que hacer con "las necesidades
de follar".
Que sí, que luego todo eso lo envolvemos en esa complejidad
que tanto nos gusta a los humanos para hacer que la vida parezca un puto
rompecabezas irresoluble. Sí, y seguramente tendrían que pasar muchas cosas
para que hubiese sucedido una orgía como la que la naturaleza/ esencia animal
parecía estar clamando en ese momento. Pero, a modo conclusión... creo que:
Si fuésemos más sinceros seríamos más animales... jajajja
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